jueves, 2 de enero de 2014

30/12/2013





Tulum, ayer, no fue gran cosa. La cantidad de gente no fue lo que estorbo porque eran esencialmente mexicanos de domingo.
Los sitios del NOA no tienen nada que envidiarle a Tulum: ahí está el verdadero sentimiento de pertenencia (algo hemos heredado de esos sitios, nuestros).Quise guiarme por los carteles indicadores y explicativos pero no pude. Son pésimos los textos (El maya y la naturaleza, El maya y la subsistencia, El maya y su religión) y la curaduría (??).
Después anduve más de 15km en bicicleta buscando alguna playa desolada: salí desde las ruinas en dirección a la reserva natural de Sien kan. Mi cuerpo obedecía, mi mente estaba en mis dedos, aferrada al manubrio. Para encontrar algo de naturaleza y soledad tuve que atravesar el caudal de gente cool y hoteles de relax lujoso (Hostel OM, feels you like hOMe). Es maravilloso: siempre es necesario a travesar las manifestaciones más densas del capital para llegar a lo que se prefiere.
Fue un día de no pensar en escribir, las manos estaban ocupadas sosteniendo el manubrio fuertemente y recorriendo los kilómetros de selva. Esa selva que cada vez se apoderaba mas y mas de la carretera hasta eliminar el pavimento y generarle gran huecos, como si buscara impedir el paso (los dueños privados de algunos lotes han puesto un reja plástica verde para marcar su propiedad y tratar, inútilmente, de engañar a la selva).
Lo que más recuerdo fue lo más sorprendente. Ya cansado, cansadísimo a la vuelta y sin comer, necesite una cerveza. Me metí en la playa de donde más gente se estaba yendo y pedí una botella en una de sus bares.
Era tarde así que estaban levantando todo. Un chico, obviamente hijo de los dueños del lugar, jugaba con un muñeco y hacia ruidos con la boca, mientras sus padres levantaban las mesas. Jugaba sobre la barra hasta que entonces el padre le dijo que subiera las banquetas a la barra para guardarlas (esas banquetas eran tan altas como él).
Intento con la primera con dificultad, el padre lo miro y lo corrigio: la segunda fue mejor aunque todavía torpe y con cierto esfuerzo. Después de eso pudo levantar velozmente las 4 que quedaban y volvió a jugar con el muñeco que había abandonado a un costado por un tiempo.
Ese chico había aprendido con el cuerpo, ayudo a sus padres y siguió jugando. Creo que así se debe criar a un hijo.

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