lunes, 22 de junio de 2015
22/06/2015
Amar es como andar en bicicleta: cuando no se hace durante un tiempo, subirse a él nuevamente es comenzar de nuevo como si fuera la primera vez. Caídas, desequilibrios, moretones y el miedo al camino ahí cerquita.
martes, 16 de junio de 2015
El que ríe último
Primero fue
el silencio
el barro (el
barrio) saliendo como personas
o hijos
colgando de los largos paraguas arruinados
y los colores
que de a poco
ya no me
olvido
Mientras tanto
acá estoy
con mi
capucha
(que lamentablemente
es suficiente)
unos labios
manchados de gritos ajenos
y las puntas
de los bigotes hacia abajo
bien abajo
por el agua
Acá adentro,
casi adentro
de mi cara
entre las
orejas y el plástico
(el resto de
mi cuerpo no existe, no marcha todavía)
suenan lentos
chasquidos de otras gotas
como abajo de
una carpa gigante que cuida la intemperie de la intemperie
pic pic pic
Y entonces
las gotitas
chasqueando
en los oídos míos
paso por paso
¿y del resto?
Me pregunto
Sí, claro que
sí
ni el
recuerdo de los muertos es parecido
al del eco de
esta lluvia adentro de mi capucha
La paciencia
con que taladra
una paciencia
de asamblea
y de
enseñanza a contramarcha
es como esta
que camina
ahora
abriendo en dos los autos
Quizás en la
sepultura de los 43
donde sea que
estén bajo la tierra
la lluvia se
escucha igual
asordinada
como los
pasos
Pero no lo
creemos y continuamos marchando
porque es
esto lo que reclaman: sus propios rostros
una seriedad
de desaparecido
una seriedad convencida
ante sonrisas electorales
un cuerpo
pesado y acompasado ante la liquidez de los otros cuerpos
los que viven
nomás para bailar
y festejar
que no están muertos
o que han matado que es lo
mismo
Es mantener
la seriedad imperturbable el objetivo
como en un
juego de chicos
de esos que
faltan, de esos que vienen
Porque el que
ríe último ríe mejor
es que no hay
otra
el que ríe último
ríe mejor porque ríe ante la muerte
y caminamos
¡Qué hermosa
necedad la de creer en la vida!
miércoles, 3 de junio de 2015
Insatisfaction - Luciana Rondolini (Revista Arte al Límite - Marzo de 2015)
A esta altura de la vida todos
hemos perdido a alguien. Nos ha atravesado la muerte, el desamparo, el abandono
o el desarraigo. Nadie es inmune. Lo asombroso es reconocer todo eso que
hacemos, el esfuerzo que aplicamos, para “revertir lo irreversible”. Luciana Rondolini
trabaja alrededor de esto y es consciente de la contemporaneidad de su mensaje.
Sus primeros dibujos allá por
2010 cuando decidió llenarle el rostro de gemas a las personas que la rodeaban
y que ya no estaban cerca de ella fue, en sus palabras, el mejor modo de cristalizarlas. Borrarle el rostro y las
manos a una persona para ponerle una piel de joyas fue para Rondolini el modo
de detener la apariencia de las cosas en el momento previo al derrumbe.
Sin embargo esa reflexión íntima
sobre la inevitabilidad del paso del tiempo y nuestras vanas estrategias para
impedirlo llega a ser hoy en su obra más reciente una declaración sobre la
cultura pop y el mercado del arte. La inclusión de figuras populares como
Justin Bieber o Lady Gaga en los dibujos y la presentación de frutas en estado
de descomposición con gemas de plástico pegadas sobre sí son hoy el objetivo de
Rondolini.
“El mercado es ahí el que da el
valor de las cosas y las personas, el que instaura los valores: lo lindo, lo
nuevo, lo bello, lo joven, lo agradable… lo lujoso y lo brillante. ¿Hasta qué
punto esos deseos son propios o generados por la necesidad de vender cosas?”,
se pregunta.
Entonces, ¿qué conexión hay entre
la imagen de un amigo ausente y la de Justin Bieber en una revista? Ambas son
deseos imposibles, congelan la imagen de un deseo insatisfecho. Y de ese tipo
de deseos vive y se alimenta el propio mercado, principal preocupación de
Rondolini.
Pero estos dibujos que acá se
reproducen, y gran parte en verdad de la obra de Rondolini, hay que pensarlas
más como instalaciones que como simples dibujos o esculturas. Estos dibujos
dispuestos sobre la pared son acompañados
por las mismas frutas en descomposición cubiertas de gemas plásticas. De
acuerdo a las propias palabras de la artista esta forma de disponerlas tiene
que ver con una burlesca presentación comercial: los objetos valiosos (pero en
plena podredumbre) y las representaciones de sujetos portando el mismo material.
La clave aquí, como en un stand publicitario, es la fuerza de la presentación.
Pero en verdad la diferencia está
en cómo se arriba a la imagen: en las obras basadas en fotografías de amigos la
imagen es el producto del deseo construido con el tiempo y fundamentalmente con
recuerdos vivenciales; así la mano es guiada por diversos factores. En cambio
en los dibujos de íconos pop, como bien ella ha dicho, se ironiza esa
idealización. Las imágenes que utiliza de base para esas obras son, como los
propios íconos pop, imágenes ya construidas, repetidas y re-publicables sobre
las que las joyas ya no son un deseo de congelar sino una crítica de valores.
Esta es una diferencia que en cierto modo también encuentra Rondolini cuando
señala las diferencias entre el trabajo de diseñadora gráfica que hizo durante
años y el de artista que hoy transita: “Cuando yo hacía diseño gráfico siempre
pensaba primero qué era lo que iba a decir y después buscaba la manera de
decirlo, y ahora estoy tratando de a poco de hacer lo que siento que quiero
hacer y después ver qué es lo que estoy queriendo decir al respecto”. El
finalismo publicitario versus la intuición y la necesidad artística, en
definitiva.
Pero hay otra diferencia. Los
deseos que se construyen como base de una obra de arte, y que quedan insatisfechos,
dejan en el camino al menos a las propias obras, mientras que el deseo que
genera el mercado solamente deja en el camino residuos de objetos en desuso que
poco tienen de estéticos y de políticos por sí solos.
Por eso las obras de Rondolini no
pretenden ser solamente una opinión sobre el mercado en general sino también una
acción sobre el mercado del arte en particular. ¿Por qué comprar unas frutas
que sabemos desaparecerán en poco tiempo?
Cuando nos adentramos en las
posibles razones con que se puede comprar una obra de Rondolini, las frutas en
descomposición con gemas de plástico pueden enfrentarse a tres deseos: aquellos
eruditos que adquieran la obra por ser consecuentes con la necesidad de apoyar
lo efímero en contra de lo durable del mercado artístico, aquellos que compren
la obra por su gruesa conexión con el asunto y el género de las vanitas y su “mensaje ético”, o bien
aquellos que compran la obra simplemente por su belleza, por su brillo y por su
novedad. Es ahí cuando la pregunta por un arte más cambiante y escurridizo no
se hace esperar: ¿qué pasará (qué haremos) cuándo algún/a joven fanático/a de
Justin Bieber ponga en su pared una obra de Rondolini? Quizás lo que debamos
recordar y repetir a viva voz en ese momento son las palabras de Umberto Eco a
modo de advertencia: “Una civilización democrática solo se salvará si hace del
lenguaje de la imagen un desafío para la reflexión y no una invitación a la
hipnosis”.
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