martes, 5 de abril de 2016

De mañana

No lo podía creer
cuando levanté la vista tu sueño estaba ahí
atrás de un biombo acurrucado
con la espalda al cielo todavía
hinchándose al compás de mis pasos tenues de madrugada cenicienta

te oía respirar la cama
moverte antes y después
del sonido que hago cuando froto mis dos hombros

te oía acariciar el colchón con los empeines
y desplegar las líneas de tu pelo
como si la noche vieja se hubiera vuelto líquida

Entonces
para no dejar de escuchar tu chapoteo
aprendí
volví a aprender
a hacer las cosas todavía más banales

Cuidé con el tórax destemplado
que no se me cierren los oídos del cansancio
y prendí en silencio (y despacio)
una hornalla de coronas calladitas

la pava, el mate, la palma de mi mano
en blanco
esperando uno dos tres movimientos

Y así a cada pliegue de las sábanas
una frase me explotaba en silencio entre los dedos
y el crujir de tu colchón me amanecía
cubriéndome con ámbar las dos hojas

Durmiendo al lado mío me enseñaste
¿sabés?
a leer con la voz acuclillada en la garganta
a desmenuzar mis movimientos con ternura
a pedirle al resto de los muebles un espacio
y correrlos con los ojos
para que quepan todos tus espasmos

Así durmiendo me enseñaste
que el sonido de mis pies
que mis pies en realidad
no son más que un ruido tremebundo
hueco, desolado
que lejos de darme vida
me prohíben escucharte
y visten la mañana de pura atrocidad

No te vayas de la cama
no
desanudes la hoja blanca de tus piernas
no permitas que vuelva a embrutecer
este espacio con mis sones digitales

No despiertes todavía
por favor dejame al menos abrazarte a la distancia
con un bostezo enamorado con palabras que se abren
y se abren
y se abren
para dejarle a la mañana un recoveco