miércoles, 25 de junio de 2014

Eduardo Costa - Tu imaginación me programa en vivo (Revista Debate - Junio de 2014)


En décadas en que la moda se ha transformado en tema de noticieros, en semanas en que los diseñadores desfilan por la pasarela frenética de la televisión y determinan cruelmente quién está afuera y quién está adentro de “algo”, encontrar un grupo de maniquíes en la sala de un museo de arte moderno pareciera ser más de la misma guarangada. Ver en detalle y con paciencia, como siempre, es un buen antídoto contra esos prejuicios.


La muestra antológica que el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires decidió festejarle en vida al artista argentino Eduardo Costa (1940)  y que finaliza el 14 de septiembre exhibe, desde antes de cruzar la puerta de la sala, una extraña visión: los dispersos maniquíes dispuestos irregularmente a nuestra altura o sobre la pasarela improvisada, además de hacernos sentir incómodos (como si hubiéramos interrumpido una reunión a la que no pertenecemos) parecen estar recreando una ficción, reemplazando cuerpos verdaderos y dramatizando con torpeza algo preexistente.

Es que efectivamente es así. Estos maniquíes son el rezago de una fiesta, de una acción, de un tipo de evento estético que en 1969 Costa llamó “The Fashion Show Poetry Event” y que en su momento incluyó a las estrellas del arte pop Andy Warhol y Claes Oldenbur. Este evento, que el pasado 10 de mayo en la inauguración recreó con nuevos y más extravagantes vestidos, con nuevos y más jóvenes artistas y poetas transformados en modelos ocasionales, fue para Costa el inicio de una etapa, por ejemplo, en que Vogue le dio el espacio para que pusiera patas para arriba la idea de la moda con objetos verdaderamente extravagantes y que fundían a la perfección sus intereses artísticos.


Sin embargo esta revelación creativa en la capital del arte moderno no fue casual. Ya en 1966 en Buenos Aires, junto a Jacoby y Escari fundó a través de un manifiesto un arte extremadamente nuevo y afortunadamente actual para la sociedad argentina: el arte de los medios, que ponía sobre la mesa la función de los medios de comunicación como posibles constructores de realidades ficticias.

Desde aquel momento hasta ahora, Costa ha trabajado siempre en el límite entre lo verdadero y lo ficticio. Uno se transforma en otro y van juntos hasta los predicados mismos de las vanguardias, buscando alcanzar el objetivo último que el arte, cuando es genuino, se ha propuesto desde principios del siglo XX: que el arte y la vida se confundan.


Para lograr eso Costa, entre tantos otros artistas de los 60, ha buscado en el extremo de las herramientas cotidianas y de los nuevos medios de reproducción, por ejemplo, un camino de expresión donde nuevamente se mezclaran todos los términos. Cuando se instaló en Nueva York grabó, en grupo, poesías que cada uno creaba en cintas magnetofónicas (algo que ya había hecho con Jacoby en Buenos Aires y que llamaron “Literatura oral”). Después hizo obras audiovisuales donde alguna de sus características (visuales o sonoras) se ponía en jaque. En ese contexto es que nace la idea del Fashion Show Poetry Event, cuando el Pop Art parecía hacer ingresar al mundo del arte ficciones de otros momentos de la vida, de otros materiales del mundo, de otras sensibilidades.

Pero ese camino nuevo de Costa, dentro de la industria de la moda, es complejo hoy de leer en un solo sentido. Aquello que en esos años podía verse con una intención de ruptura ha sido hoy cooptado por esa misma industria que criticaba. Las ficciones que Costa había introducido en el ligeramente real mundo de la moda para subvertirla, hoy vemos que han alimentado de nuevas ficciones el monstruo cada vez más irreal y superficial de la moda y la publicidad.

 

Aquello con lo que él jugó, y que de algún modo profetizó (pensemos nada más en los atuendos  peinados de Lady Gaga), haciendo aros con formas del cuerpo humano, brazaletes incómodos hechos con ramas de árbol fundidas en bronce o las delicadas mariposas muertas convertidas en prendedores perversos, hoy ya es una parte natural y casi avejentada de la maquinaria de la moda. La vertiginosa voracidad de la industria, lejos de haberse detenido, parece estar burlándose de lo que utilizó para su provecho.

 


Pero la muestra no consta solamente de vestidos, joyas inutilizables hechas con caracoles y calcos del cuerpo humano. También Costa reunió aquí esas obras audiovisuales de los 60, sus colaboraciones musicales con los hermanos Moura de Virus en los 80 y las obras que desde 1994 llamó “Pinturas volumétricas”, una misteriosa serie de objetos tridimensionales hechos pura y exclusivamente con pintura acrílica. Y acá es donde Costa vuelve a recuperar ese coqueteo con Borges, su maestro, y los juegos de ficciones.



Sin dudas Costa es todavía un artista escurridizo, un heterogéneo creador que nos ha dejado desde su juventud una gran duda: las ficciones nos inundan, el arte y la moda son grandes mentiras y hasta estas mismas palabras pueden ser una mentira a la que, lamentablemente, el medio ya nos ha acostumbrado.

 



miércoles, 18 de junio de 2014

10/06/2013

La secretaria me reta por no ser la firma original mientras busca en su excel la palabra MARIHUANA

domingo, 8 de junio de 2014

Tres tristes trozos (en dos tristes papeles)

- ¿Qué haremos con los muertos
que tendremos dentro de poco?
Con todos sus huesos pegados
como plástico a la piel

- Como ese instante letal
cuando se ve al otro desplegándose
como si no lo conociéramos
sorprende, reclama un beso

- Revuelvo y el azúcar que imagino
girando en la negra espesura
del extremo de mis dedos
me hace reír
mientras ella habla