martes, 17 de marzo de 2015

Da-dá-da-dá

Acabo de ver un río
con sus piedras brillantes y sin hueso
todo lo que suponemos
pasando por debajo de las palabras

un río difícil
puntual, ramificado
hacía un sonido como para callar pájaros
o dejar sonar los gritos de una familia gigante dividida en dos orillas

un río como un dedo
marrón o amarronado
tan chico que su cabeza cabía como una naranja en mi mano
y sus pies ya no se dónde
eran tres hornos de barro vomitando

me pregunto cuándo no estará o cuándo estuvo
y me doy cuenta que este río es este nada más
el de ahora adolescente
que no lo conocí cuando le entró al cauce por las grietas
ni cuando se fue evaporando con festejos

en eso consiste ver un río creo
ahora lo entiendo
no querer conocerle las gotitas
ni hincharse por su fuerza como si fuera tuya
solo hay que saludarlo cuando te mira, tranquilo

es ahí cuando el río se borra de las fotos
y se escurre en las esquinas
cuando inunda casas con permiso
y lo filman hablándole de arriba
llenándolo de preguntas
buscándole un nombre de montaña, de guacho o de colores

cuando le arman un pasillo de almohadas de muñecos
de cemento allá abajo
vendiendo los pedazos que le arrancaron
y él se niega pero vuelve y te mira sólo a vos
toda su vida

vuelvo a verlo al río
de a poco ahora a este
lo veo y me tranquiliza
le pido que se calme
y lo hace o no y se enfurece
enfriándome las uñas ya no importa


me inclino para atrás entonces
me acerco y enloquece porque sabe
que lo agarro entre los brazos
para empujarlo al cielo
y sonreírnos de lo lindo

ahí sí, ya está

me despido
lo dejo de ver cuanto más lejos estoy
y una vez con estas notas me doy cuenta
con todo ese murmullo suave en los oídos
(el que te arruga la nuca)
y con un par de gotitas en la cara
que ya estoy preparado para ser padre


Lana Peters y su padre Josef Stalin (1935)