miércoles, 8 de enero de 2014

08/01/2014


Hoy ya dimos por perdido al sol. Un día extenso, casi licuado. Tuve ganas de ver una película, alguna historia vibrante delante de mí. El centro cultural va a estar cerrado por varias semanas y me voy a perder la oportunidad de visitarlo. Todo se cortaba abruptamente. Necesitaba eso, una historia completa.
Verla haciendo movimientos sobre la alfombra fue ver, en su espalda, solo en su espalda (oh casualidad) un arco narrativo perfecto. Algo se destensaba, se alargaba y se relajaba hasta acomodarse sobre el piso. Los nudos se desarmaban, se dejaba ver clara la trama de la espalda con los músculos en tensión ya relajados. Ahora, al final, al verla con los brazos extendidos, siento la extraña calma que surge después de haber sido como abofeteado por una buena película o un buen libro. El silencio.

Serán todas las mujeres, sus cuerpos, dueños de una narración que tenemos que saber leer y en la que muy escuetamente podremos participar? (Rodin en sus acuarelas ya lo resolvió, a pesar de su mala actitud con las mujeres, y a eso me recuerda. No a las mujeres perversamente tensas de Schiele) Se debe, se puede, intervenir en verdad? No es acaso algo que solo hay que contemplar para entender?

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