miércoles, 29 de enero de 2014

19/01/2014

Ayer, por sueno, no termine de escribir. Ayer conocí mejor a Eduardo, y sus charlas, sus chistes y su historia pudieron sacarme todo lo pesado que traía en la cabeza. Tengo una extraña capacidad para escuchar, extraña y quizás dañina, alimentada a veces por la curiosidad, otras por el respeto. En ese tiempo nadie sabe lo que yo puedo decir, lo que yo puedo contar, pensar, sentir, gritar. A veces siento que tengo una personalidad tan estúpidamente amplia y vasta (sin que esto sea necesariamente bueno) que me lleva un tiempo mas largo que al común de la gente desplegarla. En el poco tiempo que puedo me dibujan como controlado. Si abriera todo, quizás se espantarían.
Eduardo nació en Buenos Aires y desde los 18 se fue, con su familia, a vivir a un kibutz. "Me lo creí", me dijo. Rápidamente, de tanto atravesar pueblos árabes y sus contradicciones, empezó a preguntarse por el origen de esas diferencias y con naturalidad empezó a militar en una agrupación antisionista donde confluían  troskistas, anarcosindicalistas y hasta Panteras Negras. Así pasaron siete anos de manifestaciones y aprendizajes. Después un amigo de el, boliviano, alemán y comunista le ofreció irse a Berlin. Ahí estudio en el Centro de Estudios Latinoamericanos y consiguió una beca, después de 4 anos, para volver a Argentina. Fue en 1973 y dos anos después se exilio en México definitivamente.
Hoy, mientras lo veía desayunar con su pareja y la hija de ella, sentí que Eduardo es mi Janos Lavin.

No hay comentarios:

Publicar un comentario