miércoles, 29 de enero de 2014

25/01/2014

Hace dos días volví a Buenos Aires. Cansado, tratando (logrando) ver la ciudad, en las primeras ventanillas, como un turista. Hoy se, a poco tiempo, que este mes que paso fueron como anos: los mejores, los peores.
Y hay algo que traigo, descriptible, pero incomunicable. Lo he contado pero no alcanza. Hay que acomodarlo a este terreno, o cambiarlo y mirar hacia otros soles. Porque es indispensable mantener limpios los surcos que se abrieron en este nuevo campo. Como hacer?
No hay que forzarlo sino acariciarlo, serle tierno y recordarlo como lo que es: una hermosa postura, un aliento que me recorre, dos ojos semiabiertos, una cruz blanca que se expande. Y de repente, escribir vuelve a tener sentido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario