Acabo de ver
un río
con sus
piedras brillantes y sin hueso
todo lo que
suponemos
pasando por debajo
de las palabras
un río
difícil
puntual,
ramificado
hacía un
sonido como para callar pájaros
o dejar sonar
los gritos de una familia gigante dividida en dos orillas
un río como
un dedo
marrón o
amarronado
tan chico que
su cabeza cabía como una naranja en mi mano
y sus pies ya
no se dónde
eran tres
hornos de barro vomitando
me pregunto
cuándo no estará o cuándo estuvo
y me doy
cuenta que este río es este nada más
el de ahora
adolescente
que no lo
conocí cuando le entró al cauce por las grietas
ni cuando se
fue evaporando con festejos
en eso
consiste ver un río creo
ahora lo
entiendo
no querer
conocerle las gotitas
ni hincharse
por su fuerza como si fuera tuya
solo hay que
saludarlo cuando te mira, tranquilo
es ahí cuando
el río se borra de las fotos
y se escurre
en las esquinas
cuando inunda
casas con permiso
y lo filman
hablándole de arriba
llenándolo de
preguntas
buscándole un
nombre de montaña, de guacho o de colores
cuando le
arman un pasillo de almohadas de muñecos
de cemento
allá abajo
vendiendo los
pedazos que le arrancaron
y él se niega
pero vuelve y te mira sólo a vos
toda su vida
vuelvo a
verlo al río
de a poco
ahora a este
lo veo y me
tranquiliza
le pido que
se calme
y lo hace o
no y se enfurece
enfriándome las
uñas ya no importa
me inclino
para atrás entonces
me acerco y
enloquece porque sabe
que lo agarro
entre los brazos
para empujarlo
al cielo
y sonreírnos
de lo lindo
ahí sí, ya
está
me despido
lo dejo de ver
cuanto más lejos estoy
y una vez con
estas notas me doy cuenta
con todo ese
murmullo suave en los oídos
(el que te
arruga la nuca)
y con un par de
gotitas en la cara
que ya estoy
preparado para ser padre
Lana Peters y su padre Josef Stalin (1935)
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