sábado, 30 de julio de 2016

FRAN (en "Escenario Prestado", Acto 2, Galería Gachi Prieto)

¿Mmmmmate o café? No sé, creo que café no hay más. Tengo muy pocas ganas de levantarme. Levantarme no es el mejor verbo: apoyar el pie es difícil después de la cosa esa que me hicieron. Estoy harto de esto. Sí, un ratito más... ahí está. Nadie se muere por dormir más. Pero no... ¡esa máquina! Por el ruido debe ser un taladro enorme o una moladora. Deben estar cortando cerámicos, aunque no están tan avanzados en la obra: todavía ni pusieron el encofrado. No, claro. La máquina esa no suena tan grande como una retroexcavadora, ni tan chiquita como un destornillador automático. Es algo intermedio, y más constante. ¿Qué será? El sonido es fuerte así que deben estar dándole a algo muy macizo que... bueno, ya me desperté, no hay vuelta atrás. Están construyendo ese edificio desde hace... ¿Cuánto? Unos meses, unos cuantos meses, muchos más de los que llevo acá encerrado sin salir. Encerrado en la cama no, encerrado en mi departamento, pero es casi lo mismo: después de la biblioteca la cama es el mueble más grande. ¡Re loco! La cosa es que no salgo de ninguno de los dos lados. Aunque debiera decir la verdad... ¿la verdad?, ¿a quién? No, está bien. Puedo salir, sí, pero con un montón de trámites en el medio, burocracias de transporte mejor dicho. Y todo por un estúpido accidente. Nunca necesité a nadie, a-na-die. Mi autonomía la construí solito, señores, y mi inmovilidad también. De golpe y porrazo... un porro, podría ser. Igual es difícil moverme sólo ahora. Aunque... “Ana, ¿me alcanzás el libro ese que está ahi?”. No, ahora no, ¿mate o café? Lo bueno era que me hacía el desayuno. Igual yo puedo hacérmelo. El tema es que no tengo tantas ganas, y que no hay más café. Creo... debería haber café porque el otro día cuando le hice uno a Lucio no terminé la bolsa. Hay café, sí sí, hay... Salvo que Ana se haya hecho el último café. ¿No había un tango con ese nombre? Sí, un tango podría escribir. La mina que lo deja cuando está con un problema de salud y que le termina el café. ¡Buenísimo! ¡Qué boludo que soy, por dios! Me tendré que tomar un mate... al fin y al cabo funciona tan bien como el café para hacer la digestión. O mejor. Hace como dos días que no cago, que no “voy de cuerpo” como diría mi abuela. Podría llamarla a ella para que me traiga café. Pero no, si llega a ver el estado en el que está esta casa va a empezar a decirme que no puedo vivir así, que el arreglo había sido otro, que mi única obligación era mantenerla. O quizás no dice nada que es peor, porque ya no me grita más, no sé por qué. Va a empezar a mirar en silencio: los rincones del cielorraso, los zócalos que se están saliendo, las manchas de humedad de las paredes, todas las migas que voy tirando al pie de la mesa. Es un enchastre. En realidad hacer mate es un enchastre: la yerba vieja que se salpica en el borde del tacho de basura (esa pared debe tener manchas de yerba, seguro), la yerba nueva que se cae al piso cuando lleno el mate (sí, un porro me voy a hacer). ¿Tengo hambre? Si pudiera moverme iría al bar que está a la vuelta. Sí, si pudiera moverme también arreglaría la llave del baño, y creo que pierde el inodoro en la parte de abajo. No, el café funciona mejor para eso de la digestión. Pero no tengo café... voy al bar mejor. Aunque tengo que vestirme, y quizás bañarme. Me fumo un porro y listo. Nadie me puede decir nada que me vaya a fumar un porro a las... a las... este reloj de mierda está titilando, creí que lo había puesto en hora. Ah, se debe haber cortado la luz en medio de la noche... A ver, si ahora titila en 3:43 eso significa que la luz se cortó hace tres horas y 43 minutos. ¡Qué tarado! De todas maneras así no puedo deducir qué hora es. ¿Yo dejé ese vaso de agua ahí? ¿Pero cuándo? No me lo voy tomar, debe estar lleno de polvo. Sí, mirá cómo flota el polvo en el aire: siempre me gustó eso. El sol... los cilindros esos de luz que proyecta en la pared a través de la cortina están muy definidos, y de este lado, así que debe ser casi el mediodía. En el bar no me van a dar el desayuno ya. Bueno, de cualquier manera nadie me puede decir nada si me fumo uno ahora. Los demás deben creer que estoy pintando un montón, que estoy aprovechando el reposo para darle vueltas a mi obra o para pensar una nueva exposición. Lamento desilusionarte... desilusionarlos. Bueno, vamo´arriba... no es tan difícil esto
SAL                        TAN                       DO                         EN                          U                            NAPATA... Uff, muy bien. Debería hacer algo con todas estas cosas. Me entorpecen el paso, la vista... todo. Al menos colorean el espacio. Hace frío. Uy, ¿por qué mierda no puedo ordenar la ropa en lugar de tenerla colgada toda sobre la silla? No, no me voy a agachar, es imposible. Le apuesto a mi propia desidia, a mi propia inmovilidad, que esa remera va a estar ahí tirada hasta que... Ana.... No. Sentado quizás llego, ¿a ver? No. Mate, mate, vamos a hacer un mate. Nos levantamos otra vez... No, no. ¿Por qué pienso en plural? No veo gente desde hace semanas. ¿Por qué en plural? Ah claro, sobre mi pierna izquierda parece que cargo el peso de dos hombres, debe ser eso. O el de un hombre y un pibe. Necesito hielo, sí, hielo. Estar parado en las dos patas afianza la idea de individualidad, uno se cree más hombre: las únicas manadas son las de los animales cuadrúpedos. ¡Flor de teoría política acabo de hacer! Alguien nos enseña a creer que parados, erguidos, somos nosotros en su totalidad, ¡tal cual! ¿Si no por qué festejan tanto cuando un bebé se para por primera vez? Me gusta: un hombre que en señal de denuncia empieza a andar en cuatro patas. ¿Los anarquistas son animales de dos o de cuatro patas? Nunca entendí su individualismo. En fin, tengo que acordarme de leer más sobre eso. No, ni loco prendo la tele ahora. Ver la televisión a esta hora es la última señal de la agonía cultural, y yo me resisto. Aparte me tendría que parar otra vez... aunque podría verla desde la computadora: ¿está prendida? ¡No, basta de noticias! Esto me duele. Casi no me acuerdo lo que era estar parado... “Como un bebito”, dicen todos. Si supieran... si supieran que aunque vuelva a caminar voy a seguir sin poder pararme. Estoy mal, de verdad... “Quedate tranquilo, nos vemos cuando puedas sostenerte por tu cuenta”. Fue muy divertido cuando me dijo eso. Confieso que me reí un poco cuando colgué el teléfono. Las cosas de ella estaban guardadas todas en uno de los armarios, todas. Y las mías acá tiradas todavía como una payana desastrosa: tengo que juntarlas antes de que caiga la piedra. Si... Es fabuloso cómo nos apropiamos del espacio, cómo lo violentamos. Hablando de espacio: el mate, el mate. El camino hasta la cocina creo que es el menos minado de cosas. De acá para allá sólo queda un piso de cerámicos: voy a confiar en mis medias.
O                            TRA                       VEZ                        VAMOOOOOOO... Pava, mate... están. Yerba sólo para dos, para dos mates: el de ahora y el de la tarde. Después, chau. Tendré que esperar que alguien venga a visitarme y le pido yerba... voy a hacer eso. ¿Pero quién? Están todos allá afuera ahora, caminando, trotando, cogiendo, ¡qué se yo! ¿Y si me como unas galletitas? ¡Un asco, están todas húmedas! A ver, a ver... desde acá se ve mejor todo: la ventaja de vivir en un monoambiente. Fuga en perspectiva, Ucello y el parquet. Los renacentistas deben haber sido todos muy ordenados, ¿no? Esto es un desastre. Las sillas de plástico, la mesa ratona (¿para qué carajo tengo ese silloncito de mimbre?), las muletas esas contra la pared como si se burlaran de mí: tranquilas contra la pared, sin sostener a nadie, completamente al pedo. Tengo que tirar esas bolsas con... ¿botellitas o tapitas? No veo bien. Ah, no, latas de atún usadas. ¿Qué hacen las cosas cuando no las usamos?, ¿se buscan otras tareas?, ¿descansan? Yo estoy cansado, creo que voy a volver a la cama... La cama... es como un lienzo en blanco, con rayas negras. Ah, eran para pintar las latas esas de atún, claro. Hasta el olor a trementina se fue de casa: se secó todo, todo. No, mucha agua, un poco menos. Listo entonces, ¿y ahora qué hago? Sólo queda esperar. Ah, la pava. ¿Habrá gas? Ahí va.

VOL                       VIEN                     DO                         Y..................... no se me cayó el mate en el camino. Gran avance. Quizás debiera correr el atril de acá, o cerrarlo definitivamente. Tengo muchas cosas y no me dejan andar bien, ese es el problema. Es como si muchas personas vivieran acá, como esas casas donde hay tanta gente que nunca ningún espacio llega a estar ordenado. Sí, estar acá es como estar con mucha gente. No me siento sólo... es que mis cosas me estorban como si fueran personas en la calle. A decir verdad no hay mucha diferencia: mi casa es mi mundo exterior, el interior está en otro lado. Eso, eso, ¿para qué quiero salir? Y eso que tengo balcón, con unas cuantas macetas. Nunca supe bien por qué las puse. No me gustan pero todo el mundo tiene macetas: las casas que me gustan, esas con espacios amplios que se pueden transitar, están llenas de verde. De verdes, muchos... y de amarillo: cuando las casas son lindas su atmósfera es amarilla. No se qué le pasó a mi cocina, antes era amarilla. Ahora está todo color amarillo grasa, casi naranja: toda pegada en los azulejos. El verde es mejor. Es increible la cantidad enorme de verdes en tan pocas macetas, y más después de un día lluvioso como este. No se habrá olvidado el paragüas acá, ¿no? ¡Qué loco! Ese paragüas ahora sería mejor muleta que las basuras esas que me miran ahí. Una metáfora medio pelotuda la mía. ¿El paragüas no tenía verde también? Igual para verde tengo el mate. Un rico mate me voy a hacer, totalmente. El agua no está todavía, le falta un poco. Hace mucho que no las riego, claro. Por suerte se largó a llover. Las primeras las trajo ella, sí. ¿Se las va a llevar también? No entiendo qué se hace en estos casos... Qué manera idiota de ocupar espacios que son las macetas. Tener macetas es un acto de crueldad. ¡Qué feo estar encerrado en una ma...! Forzar a una flor a nacer en cautiverio es una de las partes más horrorosas del ser humano, exactamente. Es peor que tener una mascota: porque las plantas no te dan cariño, te dan estatus visual, te embellecen el espacio íntimo. En una época pintaba plantas. ¿Cómo pase de pintar plantas a pintarla a Ana? No está tan mal este cuadro igual ¡eh! Un poco torcido quizás. No entiendo por qué nunca se lo llevó a su casa. ¿Estará en su casa ahora? Y yo ni siquiera salgo al balcón. ¿Y el agua? ¿Puse el fuego al máximo? Sí, sí. No paran de martillar ahí afuera, son insoportables. Por culpa de esos tipos está tan sucio el balcón, seguro. Todo oxidado. Hace un montón que no salgo. Los balcones son de las cosas más incongruentes de los edificios. En todos los balcones de mi edificio hay cosas abandonadas. Aunque me asome ahora para ver los balcones de abajo seguro que todavía están las tablas de madera del flaco del séptimo y las reposeras de playa desfondadas esas que tiene ahí pudriéndose, juntando mugre. Es que la vida privada está tan mal construida en las ciudades que los balcones son a los edificios lo mismo que un grano al cuerpo humano: un lugar donde se acumulan los excedentes desagradables. Y yo tengo todo adentro. Pensándolo bien podría dejar ahí todo lo que me estorba acá, todo. Vaciar mi departamento: dejar que se pudran afuera las cosas que más me molestan de este lugar. Sí, claro. Pero si las dejo a la intemperie se van a hacer mierda. Igual... ya están bastante estropeadas. Al menos si dejo afuera el cajón roto ese que todavía no arreglé (¿dónde lo puse?) o la mesa esta que se le saltó la pintura en las puntas... ¿Y esto? ¿Cuándo se rayó este vidrio? Con lo que me costó elegir la mesa... Al final mi idea de usar los diarios viejos como mantel no era tan buena. Aunque a Ana le gustaba leer los chistes a través del plato cuando terminaba de comer. Sí, voy a sacar todo. Al menos si las dejo afuera sé por qué se van a deteriorar, cuál va a ser el motivo. De otro modo los objetos se gastan y no podés decir cómo. A mi me rodean un montón de cosas gastadas y ni siquiera soy capaz de contar la historia de sus roces. ¿Y ese perchero cuándo mierda se cayó? Ah no... Bueno, no, lo del hueco de la puerta del armario es otra cosa. Un golpe fuerte, violento, eso necesitan algunas cosas. Un golpe que les desajuste toda su estructura, uno que las marque, que les marque la historia... como mi pie, exactamente. Hay que quebrar la mesa al medio para poder contar algo sobre ella. Quizás si se lo explico así me entiende... Sí, voy a hacer eso. Me voy a sacar de encima todo. Para poder caminar más tranquilo en mi casa, para eso. Porque ahora... No, no me estorban. Cuando algo te estorba lo empujás, lo sacás. Es otra cosa, ¡qué se yo! Ningún espacio de mi casa lo siento completo. Siempre hay algo que los cruza, nada se les amolda bien. Las cosas en mi casa es como si interfirieran. Interfieren delante mío. Interferencia, sí, está bien.  Es eso... Interferencias, al fin y al cabo. Sí. Inter, es adentro. ¿Y -ferencias? Inter-ferir. Ahí va... Inter es adentro. Ferir... ferir... puede ser herir. En portugés es herir. Inter-ferencia, la herida de adentro, la herida interna. Interferencia. Me gusta la palabra. Interferir es eso que le hace la muerte a la fruta que tengo abajo de la mesada pudriéndose hace días, es eso que le hacen los hongos a la parte baja de la cortina del baño, intereferir es esto. Quiero que se vayan. ¿Qué es ese ruido? Ah, la pava... ¿Dónde dejé el faso?

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